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-El Viaje-
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Creacion de la Nada. Qué lleva ella en la valija? Un aborto a remolque de su cordon umbilical, acondicionado en lana rojiza. Los cordones de todos se encadenan hacia el pasado, cables de hebras retorcidas de toda carne. "Ulises" James Joyce


-Deshoras-
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-Almanaque Deshojado-
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-Disco Recomendado-
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The Melody at Night with you
Ketih Jarreth


-Libro Recomendado-
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La Genealogia de la moral, F. Niesztche


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    lunes, marzo 28, 2005  

    Pregunto:

    ¿en qué se transformaron las risas y las canciones,
    esos suaves senderos que agrietaron el día?,
    ¿a cambio de qué se entumeció el vértigo y la dicha?







    En la ventana parpadea, como un velo caído,
    blanca y tierna la tormenta,
    labra plegarias en los postigos
    y las puertas,
    esconde el secreto en el oído
    de las calles,
    en los hombros de las avenidas,
    habla en la boca de los mendigos.


    Copia tu voz cuando dialoga con las hojas.

       [ Escrito por Ismael de Andrea a las 11:40 a. m. ] [ ]


    jueves, marzo 17, 2005  

    Barcelona, he llegado!

       [ Escrito por Ismael de Andrea a las 3:56 p. m. ] [ ]


    miércoles, marzo 09, 2005  

    Elegí esta foto de Nan Goldin sobre todo por el contexto en el que se encuentra: The Balad of Sexual Dependency es uno de mis libros de fotos favoritos. Es un libro que recorre todos los estados de ánimo, todas las emociones de las relaciones, en el marco de una generación que fue golpeada por el sida. Eso es lo que se ve, más allá de que sean los amigos de Goldin de tal lugar o con determinado estilo de vida.

    En particular lo que más me gusta de Picnic... es ese instante de felicidad total y absoluta que atrapa. Es una foto simple, que no tiene otra pretensión que ser una fotografía. Es notable la capacidad que tiene Goldin para retratar los acontecimientos; esa cámara que tiene como incorporada al cuerpo y que le permite retratar así a sus amigos, su familia. Ellos contaban que no se daban cuenta cuando ella sacaba las fotos de tan incorporado que tenían el hecho de ser fotografiados. Por eso no está en ningún momento la mirada del voyeur.

    Veo esta foto y me hace sentir ese instante de felicidad. Es muy táctil: la luz, el calor de la tardecita, los colores, esa torta que comen que debe estar muy rica. No hay algo puntual, es todo: el clima, ese instante, esa risa. Es como que llegué tarde y no escuché el chiste pero igual me río. Esa es la sensación. Estás afuera pero compartís el momento...

    La foto también me hace acordar al tema Perfect Day de Lou Reed. Es ideal para mirarla escuchando ese tema. De hecho, uno de los primeros trabajos de Nan Goldin fue un audiovisual con música de la Velvet. Ellos estaban conectados temporal y geográficamente. Goldin fue furor en los años ‘90, acá y en todo el mundo. Pegó mucho su estilo. The Balad... fue lo primero que vi de ella. Fue un regalo y una buena manera de empezar a conocerla. En mis fotos nunca hay personas.

    Las fotos de Nan Goldin parecen estar sacadas por cualquiera. Es una estética de fotoaficionado, la misma que se puede encontrar en cualquier álbum familiar. Sólo que en un álbum familiar uno no pone la foto en la que aparece golpeado. Pero ella incorpora todo: como esa foto que se saca a sí misma, mostrando en la cara las marcas de los golpes de un hombre. The Balad... es un diario íntimo con formato de álbum de fotos. Están todos los recuerdos (no sólo los mejores) y todas las emociones: el amor, el odio, la violencia, la felicidad, la depresión. Hay una estética de la violencia pero siempre hay también una esperanza. Es probable que Picnic... sea la foto más feliz del libro. Me produce una gran felicidad.



    Por Ignacio Iasparra

       [ Escrito por Ismael de Andrea a las 9:33 a. m. ] [ ]


    martes, marzo 08, 2005  

    Durante el transcurso del día he observado cómo una gota de lluvia se pierde dentro de otra, que a su vez, cayó sobre otra, y así hasta conformar este poderoso río apenas soportado por el mar transparente que pienso sobre la ventana. A veces pasa una sombra, pero no, soy yo que me ato los cordones de los zapatos, quiero decir, de mi subjetividad pues temo perderla. Cuando me convenzo que la realidad exterior es desearía extraviarme para que ya no me duelan tanto los pies.

    Esta insoportable subjetividad se reduce a un dolor de pies, o a unos zapatos de dudosa calidad.

    O me ato a mí mismo o arrojo los zapatos por la ventana.

    ¿El origen de la lluvia está en ella misma o en mis ojos que la ven?

    Se trata de un cordón para atar mi humanidad, de un cordón casi umbilical enredado en el génesis de mi cuerpo y que hace gravitar entre mis ojos y la lluvia, entre la ventana y la histeria, el origen de una agresión, convertida ahora en mi segunda alma: un recuerdo orgánico. Todo aquello que puedo pensar o decir merodea esta sensación de hallarme coagulado en las manos de un otro. Y en ese coagulo se mezcla mi insipiente deseo de saber a todo lo que transucurra entre el látigo y su caida en la carne. Allí me veo trepando tu espíritu, también agredido.

       [ Escrito por Ismael de Andrea a las 4:20 p. m. ] [ ]


    jueves, marzo 03, 2005  

    Cena en el lado oscuro de la luna.


    Son las 8 de la noche –la ciudad me ha devorado nuevamente-, tranquilo me dirijo a la cocina y dejo las verduras. 1kg de cebollas, un morrón verde, uno rojo y uno amarillo, un manojo de cebollita de verdeo, ½ kg de champiñones, dos pechugas de pollo sin piel, ½ de brotes de soja, jengibre, y algunas especies. La ciudad me ha devorado innumerables veces y tantas otras he renacido, sólo para repetir el ciclo, por eso es que durante tantos años busqué llegar a casa, llegar... ¿cuantas fronteras tuve que atravesar para llegar a casa? Anoche me aseguré de tener jerez, pimienta negra en granos y salsa de soja. Abro una botella de un Fond de Cave Cabernet Sauvignon, y lentamente huelo ese aroma de frutas rojas que estallan sobre el sabor del roble añoso. La banda toca “Us and Them” del disco “the dark side of the moon” subo el volumen en este tema, tan alto que vibran los vidrios. Paladeo el vino. Corto las cebollas y en cada lágrima que me cae veo las diferentes instancias en las que el devenir me colocó y el precio que pagué por llegar hasta aquí, momentos y momentos en los que tuve que arriar el viento sobre el lado oscuro de la luna. Mezclo las cebollas cortadas con un poco de ajo y menos de jengibre, con una cucharada de aceite, y en el wok les doy un golpe de fuego y las aparto. Siempre descansé con los colores claros así que disfruto de ir cortando en dados las pechugas que durante media hora estuvieron marinadas con el jerez, otro golpe de fuego para sellar el sabor, aparto y vuelvo a poner en el wok las verduras para que se vayan cocinando, ahora, a fuego lento. Me distraigo... Gilmour, canta la letra de Waters con una cadencia que hace que se amontonen un sin fin de recuerdos, mezclados, sin orden, sin jerarquías, elijo uno y lo examino... ¿cuantas veces el fuego me selló? Y cuanta energía tuve que empeñar para que mi cuerpo gire a la intemperie sin temor, abierto a lo que sea por el solo placer de ser valiente y decir “las cosas fueron porque yo quise que así fueran”. Hasta que supe que algo se había adueñado de mi, algo extremadamente poderoso, irónico y rebelde. Las cebollas, el ajo, el jengibre, algunas especias, los morrones cortados en juliana, el manojo cortado en pequeños trozos de la cebollita de verdeo, algo de salsa de soja, un poco de pimienta, los dados de pechuga y los champignones, todo eso esta cocinándose en el wok. Tercera copa de vino, mejor que las anteriores. Siento que un millón de ojos me observan, son los ojos de los que ya no están, de los que se fueron, de los que eligieron quedarse, de los que murieron, de los que me juzgaron, de los que se cruzaron con los míos por un instante y se me olvidaron que estuvieron, de los que se metieron adentro, bien adentro, los ojos de la mujer que amo, de los que odie en secreto y mordí en las sombras. Me distraigo nuevamente, ya no hay música y el aroma que se desprende del wok es encantador, como este silencio. Tanto color, tanto silencio, me alegran esta noche que aun no es. Es hora de poner los brotes de soja y de terminar la copa que cambié por el cigarrillo. Adorno el plato con una ramita de romero y sirvo. Observo la cocina, rápidamente voy al living y lo recorro, veo las bibliotecas, los discos, el cuadro de Carlos inspirado en Prevert. Vuelvo al plato y a la copa. Y me digo casi con emoción “Todo esta bien”. No puedo creer que después de catorce años, es decir, desde los dieciocho a los treinta y dos, después de tantas fronteras cruzadas, de haber arrojado por la ventana tantos límites, haya aprendido a cocinar.

       [ Escrito por Ismael de Andrea a las 3:13 p. m. ] [ ]


    martes, marzo 01, 2005  

    y una vez, caminando por Corrientes, pensaba en ese viejo que dejaba colgar su mirada en las posesiones de la niebla.

    Ella saltaba de las bicicleta a los autos y de cabellera en cabellera, a veces dialogaba con los gatos de Jean Jaures como si pretendiera detener algo, el futuro que se le venía encima con sus días que ya lo habrían devorado. Los días transcurridos en esa calle, en el mismo edificio y en el balcón de siempre.

    Y fue cuando me detuve para ver pasar un colectivo en llamas. Hasta el fuego sufría la opresión de no poder volar e incendiar la última región del cielo.

    Así lo vi entre otros, corriendo en silencio, furioso. Marchaba hacia ese lugar donde las usinas eléctricas no funcionan, hacia el más allá y la oscuridad.

       [ Escrito por Ismael de Andrea a las 3:04 p. m. ] [ ]