Lento, en el resplandor allá afuera de la luna en la noche lenta, el viento agita cosas que trazan una sombra movediza. Tal vez no es más que la ropa que dejaron colgada en el piso más alto, pero la sombra, en sí, no conoce camisas y flota impalpable en un acuerdo mudo con todo.
Deje abierta la ventana para despertarme temprano, pero hasta ahora -y la noche es tan vieja que nada se escucha-, no pude abandonarme al sueño ni estar realmente despierto. Hay un resplandor de luna mas alla de las sombras de mi casa, pero no pasa por la ventana. Existe, como un dia de plata hueca, y los tejados del edificio de al lado, que veo desde donde estoy, son líquidos y de una blancura ennegrecida. Como felicitaciones venidas desde lo alto para quien no las escucha, hay una paz triste en la luz dura de la luna.
Y sin ver, sin pensar, con los ojos cerrados ya sobre el sueño ausente, me pregunto con que palabras verdaderas se podrá describir el resplandor de la luna. La blancura falsa de la luna es de muchos colores. Si me levantara y mirase por detrás de los cristales frios, se bien que, en lo alto del aire asilado, el resplandor de la luna seria blanco gis azulado de amarillo tenue; que, sobre los diversos techos, en desniveles de negrura van de unos a otros, de pronto dora el blanco negro los edificios sumisos, de pronto inunda con un color sin color el castaño rojizo de las tejas altas. En el fondo de la calle, abismo en nacimiento, donde las piedras desnudas se redondean irregularmente, no tiene color salvo un azul que viene tyal vez del girs de las piedras, diferente del azul negro del cioelo del fondo. Por fin, en las ventanas donde golpea, es de un amarillo negro.
Desde aqui, desde este lugar, si abro los ojos que tienen el sueño que yo no tengo, es un aire de nieve convertida en color donde flotan filamentos de perla tibia. Y, si lo siento con lo que en mi siente, es un extrañar convertido en sombra blanca, oscureciendose como si se cerrasen los ojos sobre esa fisura blanca.