Creo que esta es la última reflexión sobre mi regreso. No quiero seguir dando cuerda a este tema que ya es viejo e incomprensible para mi.
Cuando el avion despegó de Buenos Aires, al elevarse las ruedas, y durante el carreteo final, fui tomando consciencia de esta fisura que siento como nueva. Durante los 7 meses en España, la intuía, la medía, me la figuraba como una grieta de 1 centimetro de ancho y de una profundidad inconmensurable. Merodee alrededor de esa oscuridad sin encontrar una palabra. El avion de regreso me trajo ese típico temor que se siente en el preciso instante anterior en el que la consciencia echará luz sobre la oscuridad. Como sentir que algo ocurrirá en tu interior y te modificará para siempre, pero no sabés a que costo. Un desgarro más profundo, una herida sobre la misma herida.
Los sentimientos que más me duelen, los que más me acusian son los que resultan absurdos. Era absurdo quedarse en Buenos Aires. La nostalgia de lo que fui, la pena de no ser otro, la insatisfacción de la existencia del mundo. Todos estos medios tonos de la consciencia del alma crean en mí un paisaje dolorido, un eterno poniente de lo que soy. Me siento a mí mismo como un campo desierto que oscurece, triste de juncos a orillas de un río sin barcos, devorado claramente por una sola sombra, entre orillas distanciadas.
No sé si estos sentimientos son una locura lenta del desconsuelo, si son reminiscencias de algún otro mundo en que pude haber estado. No sé si hubo otro ser que fui, cuya plenitud siento hoy, en la sombra de que de ese yo ahora soy, de manera incompleta, perdida la solidez y concibiendola mal en las dos sombras en que vivo.
Estas emociones duelen con rabia en el alma. La imposibilidad de figurarme una cosa a la que corresponda, la imposibilidad de encontrar algo que substituya eso a lo que me abrazé y amé, pesan como una condena.
En estas horas de pena sutil, se me hace imposible, hasta en sueño, ser amante, ser héroe, ser feliz. Todo está vacío. Todo está dicho en otro lenguaje, la vida es hueca, el alma es hueca, el mundo es hueco. Todo me resulta un caótico amontonamiento de nada.
Si pienso esto y miro, para ver si la realidad apacigua mi sed, veo cosas inexpresivas, caras, gestos sin expresión. Nada me es conocido, no porque extrañe sino porque no sé qué es. Se me perdió el mundo. Y en el fondo de mi alma hay una pena intensa e invisible, una tristeza que es como el sonido de quien llora en una habitación oscura.